POBREZA MATERIAL - RIQUEZA PERSONAL

 

PONGAMOS QUE HABLO DE UN PUEBLECITO DE ZAMORA

Año tras año durante mis vacaciones en mi querido pueblo tengo la oportunidad de contrastar la diferencia entre la aparente sencillez de un pueblo humilde sin ser pobre y la opulencia y elegancia de muchos de los que viven en la gran ciudad, y sin embargo esta diferencia me hace pensar que la calidad de vida no se mide por la diferencia entre riqueza y pobreza, sino por el disfrute de la vida en un lugar u otro.

En el contexto del proceso alternativo para mejorar la vida en los pueblos es obvio que la riqueza, como reverso de la pobreza, es un problema tan grave como esta, y que se comparte por igual en la gran ciudad y en el humilde pueblo.

Me explico: si la riqueza excesiva puede ser definida de manera tan precisa como en ocasiones definimos la pobreza; si hay una línea de riqueza, que nadie debería rebasar, de la misma manera que hay una línea de pobreza por debajo de la cual no debería haber nadie; cuales son los indicadores por los cuales podíamos medir una y otra?

¿Es pobre realmente aquel que vive en una aldea perdida entre robledales de la sierra de la Culebra, comiendo su buen trozo de tocino, mientras apacienta su rebaño y, rico aquel ejecutivo madrileño que estresado por sus decisiones y continuo afán de medrar y destacar tiene escasos diez minutos para comerse una hamburguesa en plaza España, para volver de nuevo corriendo a su absorbente trabajo?

Yo creo que la relación porcentual para medir la calidad de vida, en base humanística, debe hacerse de forma inequívoca en base al grado de satisfacción personal, porque puede ser el aldeano pobre en dinero, pero rico en felicidad, con lo poco que tiene. " No es mas feliz el que mas tiene, sino el que menos necesita"

Ahora bien si la medimos en base al factor de renta percápita, objetivamente se impone el de ciudad, pero esta claro que el dinero aunque ayuda, no da la felicidad.

En todo caso bien pobre es esta extraña riqueza de que goza el ejecutivo de la gran ciudad, estresado y explotado por la  necesidad de llevar un tren de vida, tan alto y ridículo, que lo hace a costa de su propio disfrute y felicidad.

No intento poetizar la pobreza en el ámbito rural, pues todos sabemos que muchísimos viejos, a falta de jóvenes, han configurado una sociedad subsidiaria, que se engloba en un marco que depende exclusivamente de las pensiones, lejos ya de penurias y necesidades que padeció la España de la posguerra.

Zamora, mi tierra es hoy día, un inmenso asilo y casa de beneficencia, donde bien es cierto que la pobreza económica destaca ante la riqueza de unos pocos bien situados, como terratenientes o como políticos, y sin embargo curiosamente, se ha volcado siempre, con toda su alma, en aparentar ser mejor y tener mas que los demás, ¿Por qué?

La total indiferencia e indolencia de las instituciones en la provincia, junto a la arrogancia, la corrupción que salta a diestro y siniestro, la altivez local, bien es cierto que han condenado a Zamora a un inmovilismo que se mece entre la pereza, la desidia y la indiferencia.

Por eso si en la ciudad, las riquezas y el tren alto de vida, es considerado por los señoritos ejecutivos de la ciudad, mas importantes que el disfrute de la misma, en los pueblos, en mi querido pueblo, la vida, la paz y la serenidad que embarga estos lugares y sobre todo la salud, están por encima de las riquezas, la vanidad y la ajetreada vida de la ciudad.

Porque si en unos llama la atención la entereza y humanidad con que se asume la necesaria crudeza y realismo de las zonas rurales, es muy cierto que mantienen muy alta su dignidad y ante las posibles injusticias de un mundo duro y cruel, pero que sin embargo saben vislumbrar con claridad dónde se encuentra realmente la felicidad y de la importancia de elegir una determinada forma de vida para alcanzarla.

  Yo lo tengo claro

  PONGAMOS QUE HABLO DE UN PUEBLECITO  DE ZAMORA